miércoles, 27 de enero de 2010

El secreto de la confidencia

Tal como la humildad es un valor que perdemos en cuanto decimos poseerla; la capacidad de mantener el secreto de la confidencia, o la obligación ética que por profesionalismo o vocación mantenemos, se ve en peligro al encontarnos en la encrucijada de guardar  un secreto que nos ha sido confiado dentro de las paredes de tutoría o contarlo, para así salvarnos de posibles consecuencias que nos podrían perjudicar e inclusive poner en tela de juicio nuestra labor.

Los y las estudiantes suponen que el tutor o tutora nunca contarán aquello que les confían. Nosotros debemos sopesar la importancia de cada confidencia, e inclusive valorar si es que aquello que nos cuentan los estudiantes es o no verdad o si es un intento de manipular las situaciones.



¿Cómo hacer este balance?

- Tenemos que encontrarnos muchas veces con los y las estudiantes en los espacios abiertos, de la institución educativa; en espacios que nos den la posibilidad de observar sus actitudes, sus tendencias, sus palabras.  Conocerlos.
- Debemos conocernos a nosotros mismos, saber qué nos afecta y frente a esto ser firmes y siempre objetivos.
- La confidencialidad es un valor siempre.  Debemos guardar el secreto que nos fue confiado siempre.  Y, si es necesario informar sobre posibles situaciones de peligro en el que estén involucrados los estudiantes, sus familiares o compañeros, derivar a las personas competentes, con los datos suficientes y preservando la dignidad y derecho  a tener un secreto.

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